Con motivo del viaje a Grecia de un grupo de estudiantes del IES Julio Verne de Leganés, el profesor que dirigió el viaje nos envía una memoria del mismo. El viaje fue apoyado con una subvención de la Delegación de Madrid de la SEEC.
Coincidiendo con el final del segundo trimestre hemos realizado un viaje de estudios a Grecia con los alumnos del bachillerato de humanidades, un grupo reducido de solo 14 estudiantes. Antes de nada, quiero manifestar nuestro más sincero agradecimiento por la ayuda y estímulo de la Delegación de Madrid de la SEEC. También es mi deber agradecer al equipo directivo de mi IES, a la profesora dª Elena Cordón y al resto de profesores, padres y alumnos por su colaboración y apoyo, sin los cuales el viaje no se habría podido llevar a cabo.
He de decir que este viaje ha supuesto una actividad de gran valor formativo, que complementa lo que enseñamos en nuestras materias en las aulas. Nuestro viaje ha pretendido servir para tener algunas nociones percibidas de otra manera de lo más representativo de la Antigüedad en Grecia.
Ahora voy a hacer una breve revisión cronológica de nuestro viaje. El domingo llegamos al aeropuerto Venizelos a primera hora de la tarde. Con la llegada a hotel, la instalación y distribución en las habitaciones pasamos las primeras horas. Aún tuvimos tiempo de dar un paseo nocturno por Atenas y ver por primera vez la Acrópolis iluminada de noche y el Ágora desde el exterior. También resultaba emocionante por primera vez cruzar las calles de Sócrates, de Jenofonte, pasar delante de la estatua de Pericles.
El lunes lo dedicamos a la Acrópolis y sus alrededores. Procuramos llegar temprano para que las masas de turistas no nos impidieran disfrutar del espectáculo único de la Acrópolis. La entrada por los Propíleos, la vista de los grandiosos templos con el Partenón presidiendo la explanada causa un impacto imborrable. La bajada de la colina con el teatro de Dioniso en su falda invita a imaginar las representaciones de las Grandes Dionisíacas. No es difícil imaginar cualquier momento clave de la historia de Atenas en este lugar. La visita continuó con el magnífico nuevo Museo de la Acrópolis, en el cual se contemplan algunas de las piezas originales que estaban emplazadas en la Acrópolis como las Cariátides. Terminamos el día con la subida a la colina de Filopapo desde la cual se vislumbra un panorama de la ciudad magnífico con el Pireo y el golfo Sarónico por un lado y Atenas y el Ática por otro.
El martes salimos temprano con rumbo al Peloponeso. Poco tiempo después de salir vamos leyendo los carteles de las localidades históricas por las que pasamos y vemos los paisajes de resonancias mitológicas. Queda a nuestra derecha el Monte Citerón y el desvío para Tebas y Beocia. A la izquierda se contempla la isla de Salamina y los estrechos que la separan del continente, testigos de la batalla que cambió el curso de la historia. También a este lado está la desviación para la antigua Eleusis, donde tenían lugar los misterios de Deméter, que tanto marcaron la religiosidad griega y antigua. Al poco se entra en la región de Corinto, en la cual destaca la mole de su ciudadela. Ya se ven algunas de las cumbres del Peloponeso con el monte Cilene destacando al fondo con sus cumbres cubiertas de nieve, lugar natal de Hermes, junto con la recortada costa del fondo del golfo. La primera parada del viaje se hace en el istmo para ver la obra de ingeniería ansiada desde la Antigüedad del Canal. Poco después de entrar en la Península se abandona la autopista para adentrarse en la Argólide, donde vamos a pasar la jornada, dejando atrás la dirección a Olimpia, Esparta, Pilos y tantos otros sitios de resonancias históricas y mitológicas. El paisaje se vuelve cada vez más agreste, de modo que resulta fácil imaginar a Heracles o los aqueos hollando estos terrenos. Uno de los primero lugares por los que nos conduce la carretera es el estrecho de Nemea, poco después se desvía el camino de Micenas. La subida a la ciudadela, las murallas ciclópeas, la puerta de los Leones, el círculo de tumbas, el mégaron de Agamenón, la vista de la llanura de Argos producen una emoción difícil de explicar. La visita a Micenas termina con la entrada al tesoro de Atreo que produce también una impresión difícil de expresar.
La jornada continúa con el descenso de Micenas hacia el mar. El autobús pasa delante de Tirinto que se ve también imponente y se deja Argos a un lado. Comimos a la orilla del mar en Nauplio, no lejos desde donde se debieron embarcar muchos aqueos rumbo a Troya.
La tarde la dedicamos a recorrer el santuario de Asclepio en Epidauro. El conjunto del recinto resulta también imponente. El pequeño museo contiene algunas de las piezas y reproducciones del santuario. Los restos del templo y edificios anejos y el estadio completan la visión magnífica del teatro cuyas cualidades sonoras pudimos experimentar. Con la visión de los montes al fondo se puede uno imaginar el espectáculo sobrecogedor del teatro antiguo.
El miércoles lo dedicamos de nuevo a Atenas. Visitamos el Museo Nacional en el cual pudimos ver muchos de los tesoros que aparecieron en Micenas y Epidauro. Las colecciones de este museo son sencillamente apabullantes y la jornada no permite más que una primera aproximación. Resulta también motivador ver escolares venidos de todas partes, también muchos de ellos chicos griegos muy jóvenes, estudiando y admirando algunos de los testimonios de la Grecia clásica. Después de la larga visita al Museo visitamos algunos de los lugares de la Atenas moderna como la plaza Sintagma con el famoso cambio de guardia, la Universidad, etc.
El jueves emprendimos muy temprano la marcha hacia Delfos. La primera parte del recorrido coincidía con la visita al Peloponeso de dos días antes. Poco a poco se va viendo al fondo las altas laderas nevadas del Parnaso. El viaje, esta vez más largo, merece la pena. Según va ascendiendo la carretera, el paisaje se torna cada vez más impresionante combinando cada vez más cerca el mar y la montaña. En la entrada a Delfos primero se pasa delante de la fuente Castalia con sus resonancias literarias. El recinto de Delfos es también abrumador. La via sacra jalonada por los templos y tesoros, la columna de la Esfinge, el omphalos invitan a imaginar cómo debió ser el oráculo en la Antigüedad. De nuevo el teatro y el estadio ayudan a entender mejor el espíritu de los griegos, el el que la dualidad del cuerpo y el alma siempre están presentes.
La visita se completa con el magnífico museo adjunto en el que contemplan piezas maestras del arte de todos los tiempos como el famoso auriga. La vuelta la hicimos con una parada en el pintoresco pueblo de montaña de Arájova.
El viernes lo dedicamos a la visita a la isla de Egina. Viajar a una isla es importante para comprender mejor la importancia del mar el la cultura y en la mentalidad Griega y desde Atenas, para poder regresar en el día, Egina es una de las mejores opciones. Este fue el día que más madrugamos pues los horarios combinados de barcos y autobuses en la isla así lo exigieron. El viaje en metro hasta el Pireo permite constatar la magnífica obra que fueron los muros largos. La profundidad del puerto también ayuda a entender el poderío naval de Atenas.
Tras una travesía de unos 75 minutos se arriba al puerto de Egina. Allí visitamos la localidad hasta que llegó la hora de salida del autobús que nos iba a conducir al templo de Afea, una de las muestras de templos dóricos más imponentes de la zona. En el trayecto hicimos una breve parada en el monasterio ortodoxo de San Nectario. El templo de Afea está en una elevación de la isla desde la cual hay un hermosísimo panorama del Golfo Sarónico con Atenas en frente. Después de la visita del templo bajamos por el sendero entre pinares hasta la localidad de Agia Marina en cuya playa hicimos una comida campestre. El autobús nos llevó de regreso al puerto, donde aún tuvimos tiempo de visitar el museo arqueológico y el recinto del templo de Atenea y Apolo de la isla.
La travesía de vuelta, con el mar algo picado, resultó desagradable para algunos de nosotros, pero al caer la noche todos estábamos recuperados y pudimos hacer la última cena del viaje en un pequeño restaurante entre Plaka y Monastiraki con música griega en vivo y la silueta de la Acrópolis iluminada de fondo.
El sábado aún tuvimos tiempo para un último paseo por el centro, comprar algunos recuerdos y regresar a España con una vivencia extraordinaria.
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